Dos meses.

Peso: la cifra tiene dos dígitos. 🙂

Fuerzas: todas y más. Tengo un compañero de piso que vigila mis bocados.

Ejercicio: andar y andar. ¿Más?

Motivo: «Tu corasonsito sufre. Debes adelgasar».

Báscula

Llevo meses sin escribir. El trabajo me tiene absorbida pero no me olvido de mis motivos. Hace dos meses que comencé la dieta y ahí sigo comiendo verduras y cosas a la plancha mientras el cuerpo me pide chocolates y más chocolates. Sin embargo, no me faltan razones para seguir. Hace una semana acudí al médico por unas manchas en la piel. «Señorita X, pase a consulta». Su cara ya delataba que no era española. Mi doctora, ocupada en otros quehaceres, decidió que me recibiera otra profesional. «¿Qué le pasa?». Contesté: «Tengo estas manchas justo debajo del pecho y no sé a qué se debe». El diagnóstico debió ser: «Son esto y lo otro, y por ello, le receto tal gel». Pero no. Mis pensamientos se truncaron con la realidad. La doctora X se ensalzó en un discurso de preguntas donde no faltaron: «¿Qué edad tienes?» «¿Cuánto pesas?». A mi respuesta de no sé, la suya fue más contundente. «Vamos al peso». Maldiciendo ese momento, encogí la barriga para ver si la báscula se apiadaba de mí. Pero no. No lo hizo. ¡Cabrona! La báscula digo. La facultativa siguió con su perorata. «Tienes que cuidar tu corasonsito. Haser deporte, andar, correr, porque ahora eres joven pero en unos años lo notarás» y yo, incrédula, sólo pensaba: «Pero si yo he venido a hablar de mis manchas en el cuerpo». En fin, así es la realidad. Tú piensas que tienes una y otros se encargan de recordarte la verdadera. Grasias señora doctora por hacerlo. Ironía modo on, of course.

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